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la historia de los personajes
Capítulo 1 - El nacimiento de un mitoCapítulo 2 - Antecedentes: Sherlock Holmes y la iconografía popular (I)Capítulo 2 - Antecedentes: Sherlock Holmes y la iconografía popular (y II)Capítulo 3 - De los primeros pasos a la consagraciónCapítulo 4 - De los años 80 a nuestros díasCapítulo 5 - Conclusiones finalesColaboraciones, Textos y Fuentes
capítulo 2 - antecedentes: sherlock holmes y la iconografía popular (i)
Mortadelo y Filemón fue en un principio una especie de parodia de Sherlock Holmes y el Dr. Watson, la célebre pareja de personajes creados por Sir Arthur Conan Doyle. Incluso parte de la indumentaria de los mismos parecía sacada de los detectives británicos: Filemón vestía sombrero, americana de pelo de camello, e incluso fumaba la clásica cachimba. También en el Pulgarcito 1404 aparecía, como se ha comentado ya, con gabardina a cuadros y sombrero a juego en la línea del mismísimo Holmes. Mortadelo, por otro lado, exhibía paraguas, bombín y una decimonónica levita negra y larga. No obstante la impronta del detective de ficción aún daría lugar a varias planchas, en las que Mortadelo, mediante el disfraz, asumirá este rol para llevar a cabo sus pesquisas (Pulgarcito 1511):
Mortadelo disfrazado de Sherlock Holmes (Pulgarcito nº 1511)
Francisco Ibáñez
La referencia original llegará aún más allá, con el cameo de los mismísimos Sherlock Holmes y Watson al final de cierta historieta de esta primera etapa (Pulgarcito 1432):
En una de las primeras entregas de la serie (Pulgarcito 1408) Ibáñez recreó incluso un ambiente británico: un cliente se presentaba como ‘Sir John Pluff’. Recordemos que en la novela policíaca clásica solían ser miembros de las clases elevadas los que reclamaban los servicios del detective.
Pulgarcito 1408 (28-IV-1958)
Aquella atmósfera inglesa que se respiraba en algunas historietas de postguerra, especialmente en las de detectives, fue sin duda consecuencia de la influencia ejercida por toda una tradición literaria procedente de autores clásicos de la literatura infantil y juvenil –muchos de ellos británicos. Otros como Julio Verne o Emilio Salgari, aún sin serlo, conectaron sus aventuras con la historia y las costumbres anglosajonas, o situaron sus personajes en la Inglaterra de la primera mitad del siglo- que habían alcanzado un éxito notable entre los jóvenes españoles en los años posteriores a la guerra civil, y muy especialmente durante los años cincuenta.
Julio Verne y Emilio Salgari, dos autores clásicos de la
literatura infantil y juvenil con gran popularidad entre los
adolescentes españoles tras la posguerra
A pesar del alejamiento cultural del niño español con respecto a las circunstancias vitales de aquellos héroes de ficción importados, la obra de novelistas británicos como Richmal Crompton, Robert L. Stevenson, Arthur Conan Doyle, Charles Dickens, Lewis Carroll, Walter Scott, Agatha Christie, Rudyard Kipling, H. G. Wells, George Orwell, James M. Barrie o P. G. Wodehouse alcanzó gran popularidad entre los adolescentes españoles, que lograron familiarizarse con el hábitat, la cultura, la historia y las costumbres anglosajonas.
El propio Ibáñez, además de un devorador de tebeos, fue en su infancia un apasionado lector de las novelas de aventuras de Julio Verne, Salgari y, muy especialmente, de Richmal Crompton, cuyo emblemático personaje, Guillermo Brown, llenó muchos de sus ratos de ocio. Puede afirmarse que la literatura juvenil constituyó una magnífica fuente de inspiración a lo largo de toda su carrera, y no cabe duda de que el espíritu de muchos de aquellos personajes inolvidables del relato subyacen en sus cómics.
Sin embargo el dibujante también bebió de la iconografía popular y la literatura nacional contemporánea. El escritor humorístico Enrique Jardiel Poncela había escrito en 1928 una parodia de los dos detectives ("Novísimas aventuras de Sherlock Holmes") en la que podrían haberse inspirado los recién nacidos personajes (tal como explica Antonio Tausiet en www.tausiet.com). Algunos años después, Armando Matías Guiu recogería el testigo en las Aventuras de Sherlock Holmes, otra estupenda colección de relatos breves, seriados en las páginas de DDT en 1964.
Aventuras de Sherlock Holmes, Armando Matías Guiu,1964
Es posible que la anacrónica indumentaria de Mortadelo se basara en la de “Fúlmine”, creación del autor Divito para la revista argentina Rico Tipo. El ya mencionado Rafael González, editor de Bruguera en la década de los 50, habría traído de Argentina la mencionada revista y es muy probable que el editor hubiese entregado alguna de ellas a los dibujantes de la editorial para que se inspirasen a la hora de crear nuevos personajes. El parecido entre Fúlmine y Mortadelo es tremendo: exceptuando los guantes de aquel, el resto de su traje es idéntico. Incluso las personalidades de ambos detectives se asemejan provocando ambos desastres allá donde van.
Además de Fúlmine, existen otros parecidos razonables contemporáneos. Demos un repaso a todos ellos:
- El primer y significativo ejemplo lo constituye Sherlock López y Waso de leche, creado por Gabi para Flechas y Pelayos en 1943. Con un tono más infantilizado y un carácter didáctico acorde con su publicación de origen, el autor continuó desarrollando su serie durante su exilio laboral en Francia y la recuperó a su regreso en Trinca (1971). Además, La etapa extranjera de la serie fue reeditada a partir de 1975 en Sacarino y otras publicaciones de Bruguera.
- Antonio Ayné contribuyó al mito de manera mucho más anecdótica, realizando historietas de una sola entrega protagonizadas por Bombolio, el detective Sisenando Topete sigue una pista (Pulgarcito 33 y 53, 1948), José Grillao, detective (Mundo Infantil, 9 y 12, 1946) y Shelo Kome, publicado en un número extraordinario de La Risa de finales de los años cincuenta. Excepto la última, más fiel a la creación de Conan Doyle en su aspecto y razonamiento deductivo, en los demás casos no existe ningún parentesco más allá de la profesión y se atiende sobre todo a la anécdota basada en las chapuceras acciones de sus protagonistas.
- En 1947, en Flechas y Pelayos, el desconocido Cecilio Antonio (Cecil) dibujó una serie de chistes, tiras y páginas de variedades sin personaje fijo, pero con algunos figurantes vestidos a la manera de Mortadelo: espigados, con levita negra y cuello duro. Esta combinación suponía un contraste gráfico con el resto de comparsas, que lucían trajes lisos o con una ligera trama. También puede verse un ejemplo similar del mismo autor en la revista Maravillas (con el título "El Inventor"):
- En las páginas de El DDT contra las penas (1951) Gustavo Martz-Schmidt ilustró una de sus primeras series, Don Danubio, personaje influyente. Su protagonista es un hombre de maneras anacrónicas, que viste frac y lleva barba, chistera y bastón. De carácter impetuoso y habla altisonante, sus aventuras acaban indefectiblemente dejándolo en ridículo:
- Josep Escobar también aportó al menos dos creaciones con reminiscencias holmesianas, más evidentes en Henry y Ketto, detectives (Nicolás nº 13, 1951) que en la historieta sin continuidad Trik y Trak, detectives (Pulgarcito nº 77, 1948), aunque la primera parece una prolongación de la segunda, en el sentido de que en ambas se sigue una misma pauta: la investigación de la propia escena del crimen, donde los sospechosos explican sus circunstancias y motivaciones, a partir de las cuales los detectives descubren al culpable. La resolución del caso se desvela en la última viñeta, con la particularidad de que hay que girar el tebeo para poder leerla, constituyendo de esta manera un precedente de Los casos del inspector O'Jal de Vázquez (DDT, 1968).
- El Agente secreto A-0.95 de Ponti constituye un ejemplo más de la iconografía contemporánea de la época. Se publicó en el Almanaque Agentes Secretos en 1959, sin embargo la firma del autor iba acompañada de la fecha de 1951 por lo que es probable que se publicase en la tercera época de la revista Pocholo, que editó Hispanoamericana a partir de ese mismo año:
- El primer y significativo ejemplo lo constituye Sherlock López y Waso de leche, creado por Gabi para Flechas y Pelayos en 1943. Con un tono más infantilizado y un carácter didáctico acorde con su publicación de origen, el autor continuó desarrollando su serie durante su exilio laboral en Francia y la recuperó a su regreso en Trinca (1971). Además, La etapa extranjera de la serie fue reeditada a partir de 1975 en Sacarino y otras publicaciones de Bruguera.
Sherlock López y Waso de leche (Flechas y Pelayos 342, 1947), Gabi
Cartapacio y Seguidilla (Colección Pipa, Cuaderno nº 38), Emili Boix
- Emili Boix, uno de los grandes referentes del tebeo humorístico de posguerra, alternaba también en 1943 a Cartapacio y Seguidilla (Colección Pipa) con otras cabaceras de parecidas características, todas ellas bajo el sello de Marco. La pareja de detectives, una suerte de émulos de Sherlock Holmes y Watson en clave caricaturesca, constituyó un éxito de los grandes. Boix utilizó en sus aventuras un lenguaje en el que texto y dibujo se integraban perfectamente y en los que el uso de la cinética del cine mudo era patente. Poco más tarde, en 1952, Marco volvió a recuperarlos para dar lustre a una nueva versión del semanario La Risa, esta vez con carácter de revista, y en la que el propio Ibáñez tendría ocasión de dar vida a estos mismos personajes. En cierta aventura publicada ese año Cartapacio se disfrazaba para capturar a un ladrón.
Cartapacio y Seguidilla (Colección Pipa, Cuaderno nº 38), Emili Boix
- Antonio Ayné contribuyó al mito de manera mucho más anecdótica, realizando historietas de una sola entrega protagonizadas por Bombolio, el detective Sisenando Topete sigue una pista (Pulgarcito 33 y 53, 1948), José Grillao, detective (Mundo Infantil, 9 y 12, 1946) y Shelo Kome, publicado en un número extraordinario de La Risa de finales de los años cincuenta. Excepto la última, más fiel a la creación de Conan Doyle en su aspecto y razonamiento deductivo, en los demás casos no existe ningún parentesco más allá de la profesión y se atiende sobre todo a la anécdota basada en las chapuceras acciones de sus protagonistas.
Bombolio (Pulgarcito 33, 1948), Antonio Ayné
Sisenando Topete sigue una pista (Pulgarcito 53, 1948), Antonio Ayné
- En 1947, en Flechas y Pelayos, el desconocido Cecilio Antonio (Cecil) dibujó una serie de chistes, tiras y páginas de variedades sin personaje fijo, pero con algunos figurantes vestidos a la manera de Mortadelo: espigados, con levita negra y cuello duro. Esta combinación suponía un contraste gráfico con el resto de comparsas, que lucían trajes lisos o con una ligera trama. También puede verse un ejemplo similar del mismo autor en la revista Maravillas (con el título "El Inventor"):
El inventor (Maravillas - Cecilio Antonio)
- En las páginas de El DDT contra las penas (1951) Gustavo Martz-Schmidt ilustró una de sus primeras series, Don Danubio, personaje influyente. Su protagonista es un hombre de maneras anacrónicas, que viste frac y lleva barba, chistera y bastón. De carácter impetuoso y habla altisonante, sus aventuras acaban indefectiblemente dejándolo en ridículo:
Don Danubio (DDT contra las penas, 1951), Martz-Schmidt
- Josep Escobar también aportó al menos dos creaciones con reminiscencias holmesianas, más evidentes en Henry y Ketto, detectives (Nicolás nº 13, 1951) que en la historieta sin continuidad Trik y Trak, detectives (Pulgarcito nº 77, 1948), aunque la primera parece una prolongación de la segunda, en el sentido de que en ambas se sigue una misma pauta: la investigación de la propia escena del crimen, donde los sospechosos explican sus circunstancias y motivaciones, a partir de las cuales los detectives descubren al culpable. La resolución del caso se desvela en la última viñeta, con la particularidad de que hay que girar el tebeo para poder leerla, constituyendo de esta manera un precedente de Los casos del inspector O'Jal de Vázquez (DDT, 1968).
- El Agente secreto A-0.95 de Ponti constituye un ejemplo más de la iconografía contemporánea de la época. Se publicó en el Almanaque Agentes Secretos en 1959, sin embargo la firma del autor iba acompañada de la fecha de 1951 por lo que es probable que se publicase en la tercera época de la revista Pocholo, que editó Hispanoamericana a partir de ese mismo año:
El agente secreto A-0.95 (Almanaque Agentes Secretos, 1959), Ponti
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