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año 66 de la era ibañez

capítulo 2 - caprichos editoriales

(Por Raúl Suay)


Las “cabeceras-tira”

   Al parecer, entre octubre de 1963 y octubre de 1964, tanto en ‘Pulgarcito’ como en ‘Tio Vivo’, algún mandamás de la editorial tomó la decisión de imponerle a los dibujantes la adopción de una nueva distribución de las seis tiras que tradicionalmente configuraban las páginas de sus historietas con la exigencia de reducir mínimamente la altura de las viñetas para dejar así un espacio en la parte superior de la plancha donde en una franja horizontal, a partir de entonces, iría colocada la cabecera de cada personaje. Seguramente, aquella resolución no fue nunca algo tomado demasiado en firme, pues durante este período cronológico dicho tipo de encabezamiento continuó alternándose con el clásico (esto es, el situado a la parte izquierda de la primera viñeta), pero lo que sí parece ser seguro es que fue una medida adoptada sin darle ningún tipo de aviso previo a los historietistas, pues en el caso de Ibáñez, resulta llamativo comprobar cómo en las dos primeras historietas que asumen esta hechura presentan en realidad unos “retoques” que con rotundidad puede decirse que han ido a cargo de manos apócrifas.


Pulgarcito 1695, Tio Vivo nº 138 y Pulgarcito 1696
 
Nótese cómo la imposición del nuevo tipo de cabecera a partir del Tio Vivo 138 (28/X/1963) y del Pulgarcito 1696 (4/XI/1963) obliga en el primer caso a alargar artificialmente la primera viñeta para rellenar el hueco previamente ocupado por la cabecera tradicional del primer ejemplo (Pulgarcito 1695, 28/X/1963) y en el segundo caso, a añadir una segunda viñeta apócrifa para trasladar la primera  a dicho espacio. Obsérvese igualmente que las efigies de los protagonistas que adornan el título de la serie son también, únicamente en estas dos primeras ocasiones, añadidos posteriores llevados a cabo por los entonces eventuales “negros” de la editorial. Sirva añadir el dato para el entusiasta meticuloso de que con este formato llegaron a publicarse 25 historietas en ‘Pulgarcito’ y 16 en ‘Tio Vivo’.

Necesitamos más páginas, señor Ibáñez

   Hoy nadie duda de que MyF son de los pocos personajes del tebeo español cuyas aventuras han sido y siguen siendo reeditadas en los formatos de los más diversos tamaños, gustos y colores. Si bien esto proviene en su origen de una política editorial brugueriana que siempre se basó en el reciclaje y sobreexplotación de material ya empleado, en el caso de los personajes de Ibáñez, al añadirse una progresión geométrica de su popularidad y demanda, aquella práctica acabó llevándose, como ya hemos comentado en el presente artículo, a extremos desmedidos. En relación con esta materia, para el fan curioso es divertido entretenerse en rastrear en qué momentos exactos este dúo de sabuesos comenzó a ser objeto de esta gestión de marcado carácter iterativo y remendón, y con el privilegio que supone haber podido contrastar cronológicamente todos esos primeros años de efervescente producción, ahora ya se puede aseverar que las primeras reediciones, remaquetaciones e historias de autoría apócrifa tuvieron lugar a mediados de los años 60, concretamente, en las revistas Tio Vivo 232, Pulgarcito 1835 y Tio Vivo 278.


Primeros síntomas de una demanda lectora en auge: de izquierda a derecha, la primera historieta reeditada de MyF (Tio Vivo 232, 16/VIII/1965) en la que se recupera una página que originalmente había ocupado casi año y medio antes la portada del Pulgarcito 1713 (2/III/1964); en segundo lugar, el Pulgarcito 1835 (4/VII/1966), que contuvo la primera remaquetación de dos historietas antiguas procedentes respectivamente de los Tio Vivo 150 (20/I/1964) y 147 (30/XII/1963); en tercer lugar, la primera página realizada por un autor apócrifo, editada en el Tio Vivo 278 (4/VII/1966).

“La tira” de historietas

   Puesto que todos los personajes de estilo humorístico de Bruguera iban rotando su aparición en las portadas de Pulgarcito semana a semana, no es difícil deducir que la editorial encargase cada cierto tiempo a sus dibujantes la guionización de un número determinado de historietas que se ajustase a un formato de cinco tiras para dejar que el espacio restante de la sexta fuese ocupado por la cabecera del semanario. Lo cierto es que dicha directriz no debía suponer un problema ni para estos historietistas (que, a fin de cuentas, tan sólo debían presentar un chiste un poquito menos "hinchado" de lo habitual) ni para los maquetadores de la publicación, ya que en numerosas ocasiones las páginas que en un principio se habrían entregado para ocupar la cubierta de la revista acababan ubicándose en las páginas interiores de la misma, rellenando el hueco sobrante mediante unas viñetas cómicas de otro autor o con una tira de carácter publicitario. En cualquier caso, la imposición de dibujar historias a seis tiras fue al parecer bastante inflexible al menos hasta 1969 con la aparición de ‘Gran Pulgarcito’, ya que, dada la vocación de esta publicación por presentarse al público como un producto de mayor calidad permitió que sus mejores dibujantes cambiaran al formato de cinco tiras para asemejarse más a sus colegas europeos. Lo mismo ocurriría con la revista sucesora, ‘Súper Pulgarcito’ a finales de 1970, mientras que los semanarios clásicos ‘Tio Vivo’ y ‘Pulgarcito’ no se adaptarían a este cambio de forma definitiva hasta el verano de 1971, poco antes de que esta última publicación celebrase su quincuagésimo aniversario. Por tanto, todos los casos que pueden documentarse sobre historietas humorísticas en general de cinco tiras a plancha completa anteriores al final de la década de los sesenta son muy escasos y excepcionales. En el caso de MyF se conocen únicamente los ejemplos aparecidos en los Tio Vivos 122 y 152, en los cuales se detecta además unos primeros intentos del autor por imitar el estilo de la escuela franco-belga que tanto admiraba y que en el ameno artículo “Influencias franco-belgas” de esta web se muestran las viñetas concretas que debió de tomar como modelo.


Sobre estas líneas, la primera y la última historieta de MyF de cinco tiras que aún no ocupaban la totalidad de la página, pertenecientes respectivamente al Pulgarcito 1405 (7/IV/1958) y al Tio Vivo 222 (7/VI/1965). Para los fans curiosos amantes de las estadísticas cabe señalar que Ibáñez llegó a dibujar un total de 54 historietas de estas características, de las cuales 31 fueron portadas de Pulgarcito y 3 de Tio Vivo, mientras que otras 12 se editaron en las páginas interiores de la primera revista y 8 en las de la segunda.

 

Ibáñez aprovechó para experimentar un estilo más europeo en las dos primeras (y aisladas) historietas de MyF de cinco tiras a plancha completa, que vieron la luz respectivamente en el Tio Vivo 122 (8/VII/1963) y 152 (3/II/1964). El primer ejemplo sobre todo, constituye un adelanto -aunque aún no pulido del todo- del aspecto gráfico que presentaría la pareja protagonista cinco años y medio más tarde, cuando da comienzo la serialización de su primera aventura larga, ‘El sulfato atómico’. Quepa reivindicar desde estas líneas para una mejor visualización de la evolución gráfica del autor, el desarrollo de la serie publicitaria 'Pepsiman', en la cual se puede apreciar durante el transcurso de los años 1966 y 1967 un paulatino dominio de la técnica de la escuela franco-belga reflejada en un más elaborado detallismo y acabado de personajes y fondos. La tercera página reproducida corresponde al Gran Pulgarcito 36 (29/9/1969) y constituye el tercer ejemplo cronológico de historieta corta con esta nueva disposición de tiras, si bien en esta ocasión el formato volvía para asentarse de forma definitiva.


Historietas que dan para más

   Quedando sobradamente demostrado que Ibáñez, igual que el resto de los compañeros de profesión de su generación, supo ajustar con ingenio sus historietas a las limitaciones coyunturales que le tocó padecer, es igualmente meritoria su resuelta adaptación a los caprichosos imperativos comerciales que ocasionalmente le podían “llover” desde la editorial. No sólo este artesano de la historieta demostraba a su público semana a semana su increíble capacidad para construir una perfecta consecución de ‘gags’ que encajaban brillantemente en episodios de una, dos, cuatro, seis u ocho páginas sino que además podía exhibir su maestría a la hora de variar y amoldar la extensión de sus historias sin que por ello el lector fuese capaz de percibir que la trama se resintiera en momento alguno, aún en el caso de que dichas modificaciones hubiesen sido una imposición solicitada a última hora. Ejemplos palpables de ello son los que podemos encontrar en una lectura medianamente atenta de las aventuras ¡Súper Mortadelo! y El transmutador biológico, que aparecieron respectivamente en el nº 1 de la revista Súper Mortadelo y el Almanaque para 1973 del semanario Mortadelo, pues en ambas es relativamente sencillo detectar un alargamiento del argumento inicial que con bastante probabilidad pudo obedecer tanto al contexto determinado de la aparición del ejemplar en cuestión como a la naturaleza del mismo.


   Si nos fijamos en los casilleros de las páginas 5, 11 y 12 de la historieta ¡Súper Mortadelo! (Súper Mortadelo 1, (31/I/1972)) nos damos cuenta de que en la numeración de las dos últimas se pasa del 11-B al 6-A (en lugar de al 12-A), lo cual hace que presumamos que la extensión original de la historia fuese probablemente de seis páginas, pero que quizás, al tratarse de una nueva cabecera, se le sugirió a Ibáñez extender la narración para, en consonancia con su argumento, conferirle un carácter de “súper-historieta”. Adviértase la habilidad del autor para repetir una misma situación en el final de las páginas 5 y 11 (con Mortadelo impulsando a su jefe hacia arriba para alcanzar la ventana del piso en el que se supone que vive el maleante habitual al que deben capturar) de forma que esas nuevas 5 páginas que tuvieron que añadirse más tarde entre la 5 y la 6 iniciales no parecieran un postizo que perjudicase la coherencia narrativa del episodio. Otra pista que nos corrobora que esta aventura fue recibida en dos entregas es que posee dos números de facturación (NF), en concreto el 5836 en la página 11 y el 5574 (es decir, una cifra menor que nos indica que fue una entrega más temprana) en la que acabó siendo finalmente la página 12.



   Con bastante seguridad, la aventura El transmutador biológico (Mortadelo Almanaque para 1973, (11/XII/1972)) ocuparía inicialmente, como el ejemplo anterior, una suma de seis páginas, y de hecho el desenlace de esta sexta página cumple con los preceptos de uno de los típicos finales del autor (con Mortadelo y Filemón haciéndole sufrir al “Súper” en sus propias carnes las desgraciadas consecuencias que implica tener que probar uno de los inventos del profesor Bacterio), pero parece ser que en Bruguera se le volvió a instar a Ibáñez para que alargase de nuevo la historia dos páginas más y, de paso, incluyese algún elemento que le confiriera a ésta un carácter navideño de forma que encajase mejor con la naturaleza del extraordinario en el que se publicaba (y así cumplió éste a la vista del contenido de la última viñeta). Una vez más, la aparición de dos números de facturación (10690 en la página 6 y 10996 en la página 8) nos desvelan que, efectivamente, la versión definitiva de esta historieta fue fruto de dos entregas separadas en el tiempo.

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