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año 66 de la era ibañez

francisco ibáñez (ii/2015) - previalia magazine

Entrevista a Francisco Ibáñez - Entrevista Previalia Magazine


  Francisco Ibáñez, mítico historietista español cuyos personajes forman parte del imaginario colectivo y han divertido, y siguen haciéndolo, a varias generaciones, se sinceró con previaliamagazine hace un tiempo y nos habló de sus inicios trabajando en la banca; de dónde saca la inspiración para sus historias y mucho más.

  El autor, firme merecedor del Premio Princesa de Asturias según algunos, está de actualidad por la publicación del álbum 200 de Mortadelo y Filemón en el que los archiconocidos superagentes de la TIA deben investigar a un tesorero, Bárcenas, que ha vaciado las cuentas del Partido Papilar. Viendo la portada, y la peineta que hace el tesorero, no hay que pensar mucho para saber en qué se basa esta historia que estará en las librerías el próximo 8 de abril.



 

P: Continúas trabajando a los 77 años. ¿Hasta cuándo te queda cuerda?

R: La cuerda la acabé hace tiempo (risas). Desde hace ya tiempo les digo a la editorial: “oye que estoy cansado ya, que me quiero jubilar” y no me dejan. Me dicen “mira este es el planning de este año, el del año que viene…”. Bueno ahora en serio, cuando se hace el trabajo a gusto, no es lo mismo que cualquier otra profesión. Aquí es el público, el lector, el que te jubila, y conmigo no lo han hecho todavía, así que vamos a seguir…

P: ¿Cuántas horas trabajas al día?

R: Todas. A veces lo digo en broma, pero casi es cierto. Es aquello que al llegar la hora 24 pongo la hora canaria para tener una hora más para trabajar (risas). Son muchas horas al día.

P: Supongo que cuando no estás dibujando, también estás dando vueltas a la cabeza, buscando nuevas historias…

R: Claro. Esto de la historieta tiene dos fases. Una es la parte simplemente gráfica, que es a lo que estás acostumbrado a hacer toda la vida, casi con el tornillo. Pero luego, está la otra, la difícil, en la que tienes que pensar “¿qué pongo? ¿qué nuevos gags hago esta semana?”. Lo mismo puede llevarte 10 minutos, que te pasas 6 horas para preparar un guioncito.

P: Hoy día se habla con gran preocupación sobre el retraso obligado de la edad de jubilación (algo que nadie quiere ver), ¿Qué opinión tienes tú al respecto?

R: Es una verdadera desgracia, a pesar de que sea algo que yo haga. Pero yo me considero un caso aparte. Precisamente sobre eso hice un álbum, ya que me gusta tocar los temas de actualidad, para que el público no se aburra y piense que estoy en la era cuaternaria. Se llamaba de forma irónica “Jubilación a los 90”, pero a este paso, veo que vamos a llegar a eso. Si todo el mundo pudiera hacer aquello que más le gusta, nadie hablaría de eso, pero la inmensa mayoría trabaja en cosas que no les gusta y lo tiene que hacer por obligación. Es algo que no tendría que ocurrir nunca. Mira, uno que no se quiere jubilar y otros que no quieren trabajar. Todos los extremos son malos.

P: ¿Eres consciente de la influencia que has tenido/ y tienes en tantas y tantas generaciones de este país?

R: Sí, creo que todo el mundo ha crecido con mis historias. No te puedo decir exactamente cuántas generaciones han pasado en tantos años, per fíjate, cuando yo empezaba con esto e iba a firmar ejemplares a lo largo y ancho del país, el público era eminentemente infantil. Pero luego ha ido cambiando, se ha ido haciendo más adulto y ahora tengo seguidores de todas las edades; desde el chiquillo que está empezando a leer, para lo cual Mortadelo le va la mar de bien para perder el pánico a esos bichitos negros que se llaman letras,hasta el adulto. Y no me refiero a los de 40, sino también a los de 70, 80 o los 90 años. Hay gente que me dice que me ha seguido toda la vida y que todavía lo sigue haciendo, lo que es una verdadera satisfacción. Cuando alguien me dice: “Oye, tú tendrás muchos premios, ¿no?”. Pues yo contesto: “Mira, no, oficial no tengo ninguno ni puñetera falta que me hace”, bueno alguno ya ha caído (risas) pero no tiene importancia, “pero, ahora, de los otros tengo miles, cada vez que voy a firmar por ahí y veo esa cola que me asusto y me dan ganas de dar media vuelta y empezar a correr. Cien, doscientas personas, una hora antes ya con su álbum debajo del brazo. Ese es el premio de verdad, lo demás son tonterías.



P: ¿Te has sentido con la responsabilidad de inculcarles algo o tu único objetivo era el de entretener?

R: Sobre todo busco entretener. Trasladar situaciones cómicas, que tengan gracia y que el lector pase un rato divertido, que buena falta le hace hoy día. No que se retuerza por ahí riendo como un loco, sino que simplemente con que ría de ombligo para adentro ya tengo más que suficiente. Recuerdo que el antiguo director del primer gigante editorial en el que estuve decía que injustamente en las épocas de crisis era cuando más ejemplares vendíamos. La gente necesita también pasar un buen rato.

P: ¿Recuerdas cuál fue el primer boceto/dibujo que hiciste? ¿Con cuántos años?

R: Uyyy… De esto hace mucho muchos años. Era allá por la edad de piedra y la época del Cro-Magnon. Yo tenía 5 ó 6 añitos, en plena postguerra, cuando no había nada de nada. Por no haber no había ni papel. A mí me gustaba ya coger el lápiz y hacer dibujitos. Y un día, a falta de papel, cogí una esquinita de un periódico que compraba mi padre e hice un ratoncito. A mi padre le hizo mucha gracia. Lo recortó, se lo guardó … y al cabo de un montón de años, cuando falleció, aún llevaba en la cartera ese dibujito. Es algo que recuerdo con muchísimo cariño.

P: Comenzaste trabajando en un banco. Cuéntanos un poco, ¿a qué te dedicabas allí?

R: Sin faltar a la verdad, puedo decir que estuve en un banco, lo de trabajar era otra historia (risas). Allí tenía aquellas farragosas hojas del debe y el haber, el saldo, la tinta roja, la tinta azul, los números… y debajo de todas esas enormes hojas, yo escondía la mía, la de los dibujitos y las historietas. Y desde aquella fecha tengo un hombro más bajito que el otro, porque cada dos por tres me daban un golpecito por detrás y me decían, “¡Ibáñez otra vez!”. Me giraba y era el apoderado. La verdad es que fue una gloria el día que yo marché de allí. Detrás de mí oí un ‘¡pum!’ y era una botella de champán diciendo “por fin se va el tío este”, y yo también pensando “por fin me largo de aquí”, así que al final todos contentos.

P: Hoy en día los bancos están absolutamente demonizados. ¿Quisiste huir a tiempo?

R: Pues sí. Aunque por aquel entonces todavía no había empezado la historia esa de la banca.

P: Tu género es el humor y sólo con verte u oirte hablar se te ve una persona que transmite ese espíritu. ¿Crees que con los tiempos que corren es una fórmula que deberíamos ejercitar con más frecuencia?

R: Si quieres que te diga la verdad, a veces mi mujer me dice: “Oye hijo mío, tú en las historias tendrás mucha gracia, pero aquí no hay quien te aguante”. Y mira, creo que tiene razón (risas). Reconozco que es bastante difícil, pero creo que vendría la mar de bien contagiarse un poco del espíritu mortadelero.

P: ¿A qué personaje de nuestra actualidad te gustaría caricaturizar?

R: Los personajes nuevos se hacen cuando llegan aquellas cartas horribles del público diciendo: “Ya está bien de rollos, esto no hay quien lo aguante, etc…”. Entonces hay que quitar el personaje y pensar en otro. Como ese momento no ha llegado, yo sigo con los míos. Ahora bien, dentro de los míos, sí que hago salir muchas veces a gente de actualidad, gente que está en auge en estos momentos en el campo de la política y demás. Más que nada para que el lector vea que saco cosas fresquitas que se están viendo a la vez en televisión, periódicos, etc… No es para hacer crítica social ni política. Para eso están ya los chisteros de los periódicos y revistas, que además, lo hacen la mar de bien. Y además creo que todos esos personajes en la vida real nos hacen una competencia desleal, porque ya llega un momento que nos hacen reir a todos. Es una competencia difícil de superar (risas).

P: ¿Nunca te han dado un toque de atención por sacar a algún personaje púbico?

R: Que va. Todo lo contrario. Ha habido dirigentes como Felipe González que incluso hablaba que una de sus lecturas preferidas era la de Mortadelo y Filemón. Cuenta que llegó una festividad y su mujer dudaba entre regalarle el último número de Mortadelo o una colección que había salido sólo para coleccionistas. También se de otros dirigentes a los que les gustaba salir. Incluso el propio Rey y la Reina me han felicitado por lo que hacía. Al final todos contentos.

P: ¿De dónde sacas la inspiración para tantos miles de historias a lo largo de tantos años?

R: Esa misma pregunta me la hago yo a veces. Cuando te hablan de todo aquello de las Musas que vienen aquí a soplarte la oreja… pues a mí no me ha venido nunca ninguna, ni se me ha sentado nunca en el tablero del sofá. Estoy seguro que con los tiempos que corren me hubieran cobrado royalties por los servicios (risas). Aquí no queda otra que poner los codos sobre la mesa, apretar la cabeza y si no, apretar con las manos los tomos que tengo de la Enciclopedia Universal hasta que brotan ideas. Y hasta el momento han ido brotando. Yo siempre digo que si un día me paso 24 ó 40 horas seguidas con los codos en la mesa y con la página en blanco sin que se me ocurra nada, al día siguiente cojo todos los papeles, los lápices y con unas cerillas debajo y a freir puñetas todo. Pero eso no ha llegado todavía, así que esperemos que tarde.

P: ¿Qué influencia en ellas tienen tus experiencias cotidianas?

R: Yo parezco un monje trapense, de los que no hablan con nadie. No tengo tiempo de ir a ninguna parte. Además es que las cosas que ocurren por ahí, si las pasan al papel quedan de una sosería espantosa. Por ejemplo, la típica señora que se pega un resbalón y se mete una culada. Dibujar eso es de una ñoñería impresionante. Al final hay que poner los codos sobre la mesa y buscar los gags con tu imaginación.

P: ¿Cómo afectó la censura en época del franquismo en tus historias?

R: Conmigo no hubo demasiada, porque conociendo el paño, ya trabajaba con un ojo pegado en el papel y el otro puesto en la oficina de censura. Pero aun y todo, pasaron cosas. Como por ejemplo, en una de las páginas de la serie “13 Rue del Percebe” había una viñeta con una especie de Dr. Frankenstein que fabricaba sus monstruitos. Hasta que un día vino una página devuelta con el espantoso lápiz rojo que utilizaban. Nosotros pensábamos que había sido un error. Y cuando preguntamos por qué la habían tachado, llegó una carta de censura diciendo que aquello no podía ser porque aquel señor fabricaba seres humanos y el único que pude fabricar seres humanos es el Sumo Hacedor. Y como ese hubo más de un caso que era para mearse de risa. Había otra sección que se llamaba “La Historia vista por Hollywood”, en la que se daba una visión de las películas que se acababan de estrenar. Harto de personajes, un día dibuje una ballena Moby Dick. En una de las viñetas aparecía una cueva submarina rodeada de pulpitos, el balleno al lado la miraba con mala cara, y fuera de la caverna pasaba un calamar gigante silbando y diciendo que no tenía que ver nada con eso. Aquello también vino devuelto, porque me acusaban de ser un autor sibilino en una revista infantil que hacía apología del adulterio.

P: ¿Con cuál de tus personajes de identificas más?

R: Mortadelo es muy querido por mí porque se ha publicado en toda Europa con gran éxito. Pero sobre todo, el más querido por mí es un personaje chiquitaco que se llama rompetechos, que es el más parecido al autor (risas). Le quitas las gafas y es igual que el autor. Tienes que llevarle a casa de la mano. Además así como todos mis personajes son por parejas –Pepe Gotera y Otilio, Mortadelo y Filemón- e incluso por tríos –Chica, Tato y Clodoveo-, este era uno solo y encima pequeñito, que cundía mucho. Te ponías a hacerlo y te ventilabas toda la página. Es un poco mi Alter Ego. Aquello que dicen que el autor acaba pareciéndose al personaje, en este caso ha ocurrido.

P: Dos de tus personajes más entrañables son Pepe Gotera y Otilio. ¿Nunca te ha venido el fontanero de turno a decirte que has estigmatizado al gremio?

R: Que va, siempre me han venido contentos. Creé esos dos personajes por tocar un tema de actualidad. Resulta que yo tengo una casita de campo y un día vino un fontanero a ponerme unas tuberías nuevas y cuando aquello lo probó y lo puso en marcha, parecía las fuentes de Montjuic, con todo el agua y luz que salía. Como recuerdo de esta experiencia, me decidí a hacer aquella historieta.

P: Cuando tienes que hacer un arreglo en casa, ¿te declaras también un chapucillas o prefieres recurrir ayuda externa?

R: La verdad es que siempre he sido bastante aficionado al bricolaje, pero ha habido veces que he tenido que dejarlo correr. Por ejemplo aquella silla que arreglas y se queda coja para toda la vida o el grifo que tenías que acabar diciendo “¡agua va!”. Pero la verdad es que siempre me ha gustado hacerlo. Lo que pasa es que no he tenido tiempo.

P: ¿Por qué decidiste dedicar una serie a la vida cotidiana en una casa/comunidad de vecinos? (digamos que es la más atípica de todas las que has hecho): 13 Rue del Percebe

R: Quería cambiar el cliché. Dejar de hacer la típica viñeta una detrás de otra para ofrecer una historia global, de un espacio en el que ocurren tantas cosas a la vez, como es en unos pisos. Tampoco era nada nuevo. Venía de aquellas novelas de la picaresca española como el Diablo Clojuelo de Luis Vélez de Guevara, en las que narraba las historias cotidianas que ocurrían en el interior de una casa. Lo cierto es que “13 Rue del Percebe” gustaba muchísimo a la gente, pero daba un trabajo espantoso, horrible, no tanto en la parte gráfica como a la hora de pensarlo. Así como a cualquier otro personaje lo situabas en el campo, en la calle, en la playa o donde conviniera por el guion, aquí tenía que estar siempre cada uno en su pisito. Y los 10, 15, 20 ó 50 primeros números, bien, pero cuando llegabas al 80 o 100 llegaba el momento de “qué hago yo ahora, cómo les pongo aquí”. Qué hacemos con el ascensor, por ejemplo, que siempre le ocurría algo, o al de la alcantarilla, el gato o el ratón arriba… Pero a la gente le gustaba así que no quedaba otra que apretarse el cinturón de las neuronas y que surgiera la idea.

P: Ya da de sí la vida en una casa…

R: Y que lo digas. Incluso han sacado series muy muy parecidas de televisión. Pero bueno, yo nunca voy a decir nada. Si lo han hecho es porque les ha gustado, así que no pasa nada.

P: ¿Tú crees que está comunidad tendría un buen seguro de hogar?

R: Seguro que sí. Les hacía falta un seguro muy bueno para arreglar todas las historias que pasaban ahí dentro.

P: Todos identificamos algún vecino con los que aparecen en el cómic 13 Rue del Percebe. ¿Con cuál te identificarías tú mismo?

R: Yo no, pero a raíz de este comic, en una ocasión se me acercó un vecino de la escalera bastante mosqueado y me dijo: “Oye, tío que aparece aquí en esta página tuya, ¿no tendrá una relación conmigo, no?”. Yo le dije: “No hombre, tranquilo”. Yo al menos me considero un buen vecino, nunca he estado peleado con nadie.

P: ¿Percibes que las nuevas tecnologías están afectando a la supervivencia del cómic entre los más jóvenes?

R: Claro, algo sí que influye. Los críos sobre todo antes eran más aficionados a los comics. Ahora ya no. Ahora se decantan por las teclitas, las pantallitas y todas esas cosas digitales. A veces pienso que los ojos se les van a volver cuadrados. Pero también lo encuentro lógico, porque al fin y al cabo huyen de esos bichitos que decíamos que se llamaban letras. Oyen, escuchan y lo resuelven todo. Incluso se divierten fabricando su propia historieta. Pero luego esos niños encuentran también la gracia en esos álbumes de Mortadelo, o que se los recomienda su padre, su abuelo o su bisabuelo y algunos hasta se acostumbran e incluso continúan con él.

P: ¿Y tú has dado el paso a las nuevas tecnologías o sigues dibujando como lo has hecho toda la vida?

R: Yo estoy todavía en la roca y el martillo. A veces me dicen: “Oye tú ya no debes hacer nada con todos esos ordenadores que hay, ¿no?”. El día que un ordenador sea capaz de pensar y de crear su propia historieta, yo soy el primero que irá a hacer cola. Pero ese ordenador no ha salido todavía, así que continuamos aquí como hace 60 ó 70 años. La mano derecha, el lápiz, la goma y arreando.


 

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