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año 66 de la era ibañez

francisco ibáñez (viii/1998 - leer)

FRANCISCO IBÁÑEZ: “LO IMPORTANTE NO SON LOS DIBUJOS, SINO LOS GUIONES”

LEER (Julio / agosto 1998)

J.M. PLAZA


Cuando Francisco Ibáñez firma ejemplares en público, la cola de niños – y no tan niños – que acuden con su volumen de Mortadelo y Filemón es inmensa. Ha sido así desde hace décadas y su popularidad no cesa de crecer, como se comprobó en la pasada Feria del Libro de Madrid. Además, este año conmemora los 40 años de sus más famosos personajes.

Han pasado los años duros, los años difíciles en los que las editoriales explotaban al autor, manejaban sus personajes, alteraban y hasta borraban las señas de identidad de sus creadores. Ibáñez lo sabe bien, lo vivió y lo padeció –como tantos otros– en la editorial Bruguera, aunque ahora prefiere mirar hacia el futuro –que sigue lleno de trabajo–, y al presente, donde su actual editorial, Ediciones B, le cuida, y hasta le mima. Como ya hizo con Víctor Mora y el Capitán Trueno, este año y coincidiendo con el 40 aniversario de Mortadelo y Filemón, le organizó una espléndida fiesta, llena de amigos y recuerdos.

Seis álbumes anuales. ¿Por qué no va más despacio?

Ahora es buen momento, Hay mercado, y se demandan nuevas historias de Mortadelo. ¿Por qué voy a ir más despacio?...Ya tendré tiempo cuando las historietas no funcionen tan bien.

Lo que más me cuesta es parir la idea. Una vez que tengo el tema se me van ocurriendo situaciones cómicas y un argumento que las une. Luego pienso en lo que van a decir los personajes. Aquí soy muy exigente. Hay que cuidar mucho los diálogos, elegir las palabras adecuadas, evitar repeticiones... Y cuando lo tengo todo, todo planeado, cojo el lápiz y empiezo a dibujar: El dibujo viene después. El guión es, sin duda, lo más importante de una historieta, y lo que más esfuerzo me lleva, dice, y afirma que no se considera un buen dibujante, a pesar de que ha realizado millares de dibujos y las imágenes de sus personajes se reparten por todo el mundo (incluidos cine y TV).

De todas sus criaturas, su favorita es –al margen de Mortadelo–  Rompetechos, quizás porque ese personaje tierno y cegato guarda un cierto parecido con el autor, con ese Ibáñez, que aparece, a veces, en las viñetas medio calvo y miope. ¿No volverá a resucitar a estos personajes?

No lo sé, nunca se sabe; por ahora no. Mientras me tenga que ocupar de Mortadelo no tengo tiempo para más. Apenas si cojo vacaciones...Es una lástima no poder disfrutar de nuevos episodios del enredador Sacarino, de Pepe Gotera y Otilio, esos chapuzas que ahora se han puesto de moda por una serie de televisión, de 13 Rue del Percebe, su creación más original, toda una casa de vecinos abierta al espectador (al modo de la novela La vida, instrucciones de uso, de Pérec), que era la página que más le costaba parir.

Al margen de estos personajes, Ibáñez creó otros que hoy se pueden considerar casi apócrifos, ya que fueron fruto de una situación jurídica absurda. Cuando Ibáñez se fue de Bruguera, se encontró con que no podía disponer de sus creaciones, ya que estas pertenecían a la editorial, que se valía del entusiasmo y la buena fe de los dibujantes para registrar todo a su nombre. Ibáñez, que ya había vendido millones de Mortadelos en todo el mundo, se vio de repente con las manos vacías y, como si tuviese de partir de cero, empezó otra vez con sus historietas. Así surgieron Chicha, Tato y Clodoveo, tres vagos y liantes, hijos de su tiempo, jóvenes chapuzas que rondan la cola del paro, y Rebolling Street, un calco de 13 Rue, pero a doble página, que volvieron a ocupar las portadas de los nuevos tebeos. Por fortuna, a los tres años se arregló su problema legal con Bruguera e Ibáñez pudo recuperar sus personajes, y volvió a ocuparse de ellos –de Mortadelo tan solo– con el mismo entusiasmo de su primera época.

Llama la atención que en las viñetas de las últimas historias ya no aparecen, confundidas con el paisaje, figuras independientes, pequeños dibujos absurdos –una trompa de elefante volando, un caracol con audífono o un señor estrangulado por el edificio del fondo– que le daban un toque surrealista y propiciaban una nueva y detenida lectura.


Me divertía  hacer esos dibujos pero me di cuenta de que era demasiada información, que las páginas quedaban recargadas y los quité.

Si ya eran famosos Mortadelo y Filemón, la serie de dibujos animados de la tele les ha convertido en personajes muy familiares para los más jóvenes.

Ibáñez cree que la serie ni le añade ni le quita lectores (de Mortadelo se hacen primeras ediciones de 50.000 ejemplares), pero no tiene buena opinión sobre esta adaptación: En mis historias hay dibujos que tienen más movimiento que los de la televisión, dice y vuelve al trabajo, ya que a sus 62 años, sigue haciendo seis álbumes, casi 300 páginas de imaginación y diversión, al año.

Hace más de quince años, al visitante español le llamó la atención ver los escaparates de las librerías del Metro de Munich empapelados de unos personajes que le resultaban muy familiares. A grandes letras se leía Clever und Smart, pero esos inconfundibles dibujos eran Mortadelo y Filemón.

Hasta Alemania ha llegado el éxito de estos personajes de tebeo, que han convertido a su autor en el historietista español más conocido en el mundo. Ibáñez, que dejó su puesto en el Banco Hispano Americano –empezó de botones– en 1957 para entrar en la editorial Bruguera, creó Mortadelo al poco tiempo de iniciarse como dibujante: el 20 de enero de 1958 apareció en la revista Pulgarcito la primera página –en negro, claro– de Mortadelo y Filemón, que entonces era una agencia de información. Evolucionaron con el tiempo y se pararon en la TIA, una agencia de inteligencia nacional; aparecieron nuevos personajes como, el jefe, el profesor Bacterio y ya en la democracia, Ofelia, la gruesa secretaria.

En Ediciones B se han editado 75 álbumes, desde el primitivo El Sulfato Atómico, uno de los mejores, a Las Vacas Chaladas y El Mundial 98. Por último, para conmemorar estos años, Su Vida Privada, donde presenta a sus dos personajes fuera de su trabajo.

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